Este término, junto con sus derivados –libre, liberal, liberado, libertinaje– tiene importancia en varios niveles: social, económico, político y más. Se convierte en un arma de defensa y ataque utilizada por los jóvenes adolescentes contra sus padres, por los medios de comunicación contra las autoridades, por las autoridades contra otros, etc. Sin una connotación o interpretación precisa y exacta, puede utilizarse de forma incorrecta e indiscriminada. La pregunta que surge es: ¿es el ser humano verdaderamente libre?
Una de las historias más sorprendentes y profundas sobre la interpretación de este término y su significado último involucra a un maestro sufí y su futuro discípulo. Un día en Bagdad, Irak, un hombre llamó a la puerta de una casa y respondió una concubina. Él le pidió de beber y ella le trajo un vaso de agua. Satisfecho, le preguntó sobre su estatus y ella le dijo que era la concubina de su amo, que vivía en el lujo. Luego le preguntó si su amo era esclavo o libre. Ella respondió que, por supuesto, estaba libre. El hombre siguió su camino. Al regresar al interior, su maestro le preguntó quién había llamado a la puerta y ella le contó toda la conversación. Mientras la frase “esclavo o libre” resonaba en sus oídos, corrió tras su futuro amo. Esta pregunta que le había planteado a su concubina tenía un intenso peso espiritual que golpeó su corazón, porque provenía de un maestro espiritual cercano a Dios. El hombre rico que vivía en su lujo llegó a comprender profundamente que era esclavo de sus propios deseos y pasiones mundanas y que no era verdaderamente libre.
Una historia más delicada revela, hasta el más mínimo detalle, el apego que todos tenemos incluso a los objetos más simples, hasta el punto de que pueden desviarnos de la conexión espiritual que nos une a Dios y nos libera de las trampas de este mundo. Un sabio que vivía en la cima de una montaña en Irak sólo tenía una tienda de campaña, un bastón y un recipiente para sus abluciones. Un día, uno de sus jóvenes discípulos, que padecía pobreza, se le acercó y le pidió permiso para ir a Bagdad a dedicarse al comercio y escapar de sus dificultades. El viejo sabio le pidió que visitara al gran maestro espiritual Moulay Abdelkader Jilani y le pidiera sus oraciones. Al llegar a Bagdad, el joven discípulo descubrió que el gran maestro vivía en una residencia grande y hermosa. Solicitó audiencia para transmitirle el deseo de su amo, y le fue concedida, con la condición de que permaneciera como huésped dentro de la residencia durante tres días. Fue alimentado, alojado y tratado con respeto. El cuarto día conoció al Maestro Moulay Abdelkader y fue invitado a compartir sus comidas. Le pidió que extendiera su estancia por tres días más en los que compartirían comidas, y al final de su estancia escucharía su petición. El primer día, después de la comida, el maestro se quitó su elaborada túnica y se la dio al joven, diciéndole que la vendiera para ayudarle en su comercio. El joven fue al mercado y vendió la bata, lo que llamó la atención. El comprador, impresionado por la belleza del manto, corrió hacia el maestro para entregárselo como regalo. Al día siguiente, el joven, al encontrarse con el maestro, se sorprendió al ver que él llevaba la misma túnica y pensó que tal vez el maestro tenía otra. Después de la comida, el maestro volvió a quitarse la túnica y se la ofreció. La aventura se repitió una vez más. Al tercer día, durante la comida, vio al maestro con la misma túnica y la recibió nuevamente como regalo. El cuarto y último día, el joven, aún desconcertado por este suceso recurrente, escuchó al maestro decir: “Hemos renunciado a todo amor e interés en este mundo, pero está a nuestros pies y viene a nosotros sin que se lo pidamos. para ello." El joven le dijo al maestro el pedido del sabio, que orara por él. El maestro levantó las manos y dijo: “Que Dios quite del corazón del sabio los intereses mundanos”. El joven, asombrado por esta oración, quedó desconcertado. Entonces el maestro dijo: "¿Cuántas veces vendiste mi túnica y a qué precio?" El joven respondió: “Tres veces y por un precio mucho mayor que el dinero que tengo en mi poder”. El maestro añadió: “Esta túnica es como este mundo; nos deshacemos de él y vuelve a nosotros”. Una vez finalizada su estancia comercial en Bagdad, el joven regresó al sabio para transmitirle el misterioso mensaje del maestro Moulay Abdelkader Jilani. El sabio satisfecho dijo: "Amén". El joven pidió una explicación, y el sabio afirmó que cuando oraba siempre estaba preocupado y temiendo que alguien le robara su bastón o su vasija, perturbando así su paz espiritual e interfiriendo con su comunicación divina por un simple hecho.
Varios educadores sufíes conocen bien la cantidad de velos y su naturaleza, incluido Ibn Arabi, quien los describe en su libro "Kitab al Hojob", literalmente el "Libro de los Velos". La verdadera libertad existe sólo temporalmente porque, al liberarnos y desapegarnos de un apego, nos apegamos a otro, incluso si lo amamos. Esto se asemeja al comportamiento de un niño con juguetes; cada nuevo juguete crea un apego con el tiempo, pero termina con la llegada de otro. Este proceso cambia con el tiempo, pero el principio sigue siendo el mismo: apegarse a otros elementos como el dinero o el poder, sólo para desprenderse de ellos voluntaria o forzosamente. Sólo el apego a Dios perdura y es eterno. El maestro educador sufí tiene el poder de dirigir el corazón de un individuo hacia Dios y perfeccionar su alma. Los maestros sufíes tienen métodos educativos delicados, sutiles y extraordinarios para comunicar sus conocimientos y mensajes. En el caso de Moulay Abdelkader Jilani, enriqueció al joven inculcándole la sabiduría de no apegarse al dinero y a la vida mundana. Al mismo tiempo, sacó al viejo sabio de la ilusión de que era piadoso, humilde y no tenía ningún interés en el mundo material. En el otro caso, una simple pregunta bastaba para despertar la conciencia de un individuo hundido en el lujo y la extravagancia de este mundo. Los maestros sufíes no utilizan métodos de comunicación autoritarios o demagógicos para guiar a un individuo, sino que confían en su bondad y resplandor espiritual.
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